BREVE NARRACIÓN #26

 


El último faro

En la isla de Hekla, donde la niebla era tan densa que parecía sólida, el faro de Valerius brillaba cada noche. Era una luz constante, vital para los marineros. Pero una tarde, cuando el viento arreció y las olas rugieron con furia, el faro se apagó.


Valerius, el guardián, corrió al mecanismo. La lámpara estaba intacta, pero el combustible, una resina especial traída desde tierra firme, se había agotado. En la despensa solo quedaban dos frascos: uno marcado con la palabra "inflamable" y otro con "incombustible". Ambos sellados, ambos igualmente opacos.


Valerius, con los dedos entumecidos por el frío, se detuvo. Recordó la lección de su maestro, un viejo erudito que siempre decía: "Una palabra mal escogida puede ser un ancla, o una tormenta". La diferencia entre in-flamable (que se inflama) e in-combustible (que no arde) era una sílaba, pero podía significar la salvación o la perdición de quienes navegaban esa noche.


Con cuidado, eligió el frasco correcto. La luz del faro volvió a brillar, cortando la niebla. Horas después, un barco varado en las rocas vio la señal y logró virar justo a tiempo.
Desde entonces, Valerius enseñó a los aprendices que cada palabra es un faro. Que en la oscuridad, la precisión no es lujo: es la línea que separa la derrota del rumbo.

Una palabra dicha con precisión puede ser la luz que guía; una palabra dicha sin ella puede ser la sombra que hunde.

Comentarios

Entradas populares